El mes pasado exploramos los beneficios de la Atención Plena con énfasis en la atención selectiva, la reflexión flexible y la conciencia no crítica. El concepto de la compasión está estrechamente vinculado a la atención plena y viceversa. Sencillamente, la compasión se define como “el sentimiento de pena, de ternura, y de identificación ante los males de alguien” (Real Academia Española 2016). El sufrimiento existe a escala amplia y puede variar de leve a severo. A fines de esta discusión, lo consideraremos como discordia, conflicto o desarmonía a cualquier nivel. Podría manifestarse en forma de estrés, ansiedad o lucha. El sufrimiento es algo que todos vivimos a cierto nivel en algún momento dado en la vida y solemos superarlo con reflexión, cambios y el apoyo de los demás. Este apoyo nos llega a menudo en forma de compasión, tanto hacia nosotros mismos o como por parte de los demás.

Todos podemos pensar en un tiempo cuando mostramos compasión o apoyamos a un amigo. A veces, tendemos una mano, escuchamos con simpatía o alentamos de manera positiva. Cuando los amigos nos necesitan, hacemos lo mejor por tratarlos con amabilidad igual como nos gustaría que nos tratasen en una situación similar. Esa práctica la llamamos la ‘Regla de Oro’. Pero, ¿cuántas veces somos amables con nosotros mismos cuando fracasamos o nos sentimos estresados? La Dra. Kristin Neff de la Universidad de Tejas en Austin, lleva estudiando la autocompasión durante casi una década y afirma que se basa en la noción de tratarnos a nosotros mismos con la misma amabilidad que utilizamos con los demás en tiempos difíciles, es decir, la Regla de Oro al inverso. Si aplicamos esa regla con nosotros mismos, somos más resistentes en tiempos de necesidad y menos reacios a ser bondadosos con los demás. Las investigaciones de la Dra. Neff identifican tres componentes de la autocompasión: autoamabilidad vs. autocrítica, humanidad común vs. aislamiento y atención plena vs. sobreidentificación (Neff 2016). Esas tres ideas pueden ayudarnos a desarrollar la autocompasión.

Para empezar, con la Atención Plena practicamos el ser conscientes de nuestros pensamientos y sentimientos mientras evitamos reaccionar de manera impulsiva. De tal manera, nos convertimos en personas más atentas por actuar con control y serenidad, lo cual requiere de mucha práctica porque a menudo no tomamos consciencia de nuestros sentimientos sino hasta después de haber reaccionado impulsivamente.  Esta práctica resulta útil tanto en la vida escolar como personal porque cuando actuamos con calma, consideramos nuestro papel ante cualquier situación y mostramos la mejor versión de nuestra persona al tomar decisiones adecuadas. Luego de haber practicado e tomar consciencia de nuestros pensamientos, nos damos cuenta de que nosotros mismos no nos tratamos con tanta amabilidad como tratamos a un amigo. Tendemos a imponernos mucha autocrítica sin siquiera darnos cuenta. Sin la Atención Plena, nuestra tendencia es de sobreidentificarnos con la autocrítica hasta tal punto que influye en la opinión que tenemos de nosotros mismos y en nuestra autoestima . Por consiguiente, la práctica de ser conscientes de nuestros pensamientos nos ayuda a ser más amables con nosotros mismos al convertir nuestros pensamientos de autocrítica en estímulos positivos.

Requiere de mucha práctica brindar apoyo y ofrecer palabras de aliento a uno mismo con la finalidad de adoptar el concepto de la autocompasión mencionado por la Dra. Neff. Sus investigaciones nos recuerdan que “Las personas compasivas reconocen que los fracasos, las dificultades y la imperfección son inevitables así que, cuando la vida pierde su encanto, afrontan las experiencias dolorosas con gentileza en vez de enojo (Neff 2016).” Gracias a ello, somos menos autocríticos y más abiertos a aceptar situaciones distintas, lo que nos permite superar mejor los tiempos difíciles y seguir adelante. Si nos permitimos fracasar y cometer errores, nos damos cuenta que son componentes esenciales de todo proceso de aprendizaje que nos impulsan hacia el crecimiento.
Conforme aprendemos, crecemos y adoptamos una actitud de atención plena y autocompasión, descubrimos que no estamos solos. Como consecuencia de lo anterior, abordamos el tema de la humanidad común propuesta por la dra. Neff. Ella nos recuerda que “la autocompasión implica que reconozcamos que el sufrimiento y la imperfección personal son partes integrales de la experiencia humana compartida, algo que todos vivimos en lugar de algo que me sucede a “mí” solamente (Neff 2016). En otras palabras, llegamos a comprender que las pruebas, los obstáculos, el fracaso y el estrés nos afectan a todos en algún momento. Aprendemos que “todo pasará” y que al salir adelante las experiencias nos enriquecen. Asimismo, alcanzamos más resistencia mientras afrontamos las dificultades como oportunidades de convertirnos en personas mejores e intentamos lograr nuestros objetivos y deseos.

A medida que descubrimos quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo, tanto como niños como adultos, la autocompasión nos puede llevar a aceptarnos a nosotros mismos e incluso a los demás. La próxima vez que cometamos un error o adoptemos una mala decisión, tal vez podamos reconocer que “está bien sentirse frustrados” o que “atravesamos una mala racha”. Ese tipo de afirmaciones, según la dra. Neff, nos ayuda a reconocer que todos ponemos todo de nuestra parte la mayoría del tiempo bajo circunstancias dadas. Esa actitud de aceptación nos puede motivar a explorar decisiones mejores. Cuando aprendemos de las experiencias vividas, cuando las integramos y enseñamos a nuestros hijos a seguir nuestro ejemplo, nos convertimos en personas más balanceadas, flexibles y preparadas para lidiar con los altibajos de la vida.

Bibliografía

  1. Real Academia Española (2006). Disponible en: http://dle.rae.es
  2. Kristin Neff, Ph.D. (2016). Definición de la autocompasión. Disponible en: selfcompassion.org.

 

 

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